La censura de "María Maricón", obra que formaba parte del Festival Saliendo de la Caja, revela una preocupante sumisión institucional frente a presiones políticas y religiosas. La PUCP, una institución que debería ser bastión del pensamiento crítico y la libertad académica, cedió ante la controversia generada por un simple afiche promocional, sin siquiera permitir que la obra fuera presentada.
Esta decisión de la universidad es particularmente grave por tres razones. Primero, traiciona su propia misión como espacio de exploración artística y debate intelectual. Segundo, establece un peligroso precedente donde la presión externa determina qué voces pueden expresarse dentro del ámbito universitario. Y tercero, demuestra una alarmante falta de respaldo institucional hacia sus propios estudiantes y sus procesos creativos.
La ironía de esta situación se magnifica cuando observamos que Rafael López Aliaga, uno de los principales opositores a la obra, recientemente otorgó la Medalla Orden al Mérito en el Grado de Gran Cruz al Cardenal Cipriani, una figura controversial acusada de encubrir abusos sexuales. Este contraste evidencia el uso selectivo del poder: censurar manifestaciones artísticas mientras se premian figuras cuestionadas.
El "efecto Streisand" funcionó perfectamente: la censura transformó una obra teatral universitaria de alcance limitado en un fenómeno mediático nacional. Sin embargo, esto no disminuye la gravedad de la autocensura institucional. La PUCP, al ceder ante las presiones de López Aliaga y otros actores políticos, falló en su rol fundamental como guardián de la libertad de expresión.